viernes, 23 de julio de 2010

Se cumplen cien años del nacimiento del hidalgo que inventó al “Doctor Thebussem” (IV)


En el mes de mayo del año 1871 se autorizó de Real orden el uso de la tarjeta postal, con franqueo más económico que el de las cartas. Transcurrieron dos años y las tarjetas no aparecían. Entonces, el Doctor Thebussem, ajustándose estrictamente a lo preceptuado en la Real orden, costeó, para uso propio, una edición de tarjetas postales; muchos particulares imitaron al Doctor, y el resultado fue que, cuando el Gobierno lanzó la emisión oficial, ya las tarjetas postales llevaban circulando más de seis meses, merced a la feliz iniciativa de Thebussem.
A las originalidades del mismo benemérito escritor se deben también – según a consignado Monner y Sans – la resurrección en España del colofón, utilísimo para bibliófilos y bibliógrafos, y el haber dado a conocer en la Península la existencia del exlibris.
Cuando sus numerosos y bien pensados artículos acerca de Comunicaciones postales lograron fijar la atención del Gobierno, que encontró en ellos orientaciones y enseñanzas aprovechables y prontamente aprovechadas, consideróse de justicia recompensar al que, con acierto patriótico, venía afanándose por mejorar las condiciones de un servicio oficial que constituía fuente abundantísima de ingresos. Consultase a Don Mariano Pardo de Figueroa acerca de la merced que sería más de su agrado, y el Doctor Thebussem contestó que cifraba su ambición en ser cartero honorario, con uso de uniforme y sin sueldo, porque, así como el Conde de Villamediana fue el primer correo mayor del Reino, él aspiraba a ser el último correo menor. Tomóse a broma la respuesta; renovóse la consulta, porfió en su empeño el consultado y, al cabo, expediósele, “como se pide”, un artístico Real despacho de nombramiento de “cartero honorario de España y de sus Indias” con uso de uniforme, sin sueldo y con derecho a franquicia postal.
Complacióle tanto este título que no quiso ostentar ningún otro en su vida, y se orgulleció en lucirlo, estampándolo en membretes y sellos, y para llevarlo dignamente y en conciencia, aprendió y practicó las manipulaciones del servicio: “trabajó en mesas de batalla, selló pliegos, formó paquetes, precintó sacas, viajó en ambulancias y sirvió plazas de peatón y de ordenanza, lo mismo que de cartero rural y urbano”.

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