viernes, 3 de septiembre de 2010

Se cumplen cien años del nacimiento del hidalgo que inventó al “Doctor Thebussem” (y VI)

Víctor Hugo, tierno cantor de los humildes, declaró, en sentidas estrofas, que amaba a las arañas y las ortigas “porque todos las desprecian y porque todos las pisan”. Thebussem, sin proclamarlo en verso, cuidaba con esmero los jaramagos y a otras plantas silvestres. Amenamente escribía y adoctrinaba amenamente, en tono de broma, y vivía lo mismo.
Nombráronle alcalde de Medina Sidonia, pidió por teléfono que se revocase el nombramiento, y – mientras se accedía a la instancia – para posesionarse de la Alcaldía, impuso como condición ser conducido a la Casa Consistorial por una pareja de la Guardia civil y esposado como un delincuente. Y así se hizo.
De su bondad, de su tolerancia y de su optimismo hay infinitos testimonios en los prólogos y juicios críticos que dedicó a escritores noveles y, sobre todo, en su inestimable correspondencia. Thebussem, que se carteó con los principales literatos de Europa y de América, era maestro en el arte epistolar. Notable como castizo, sobresalía por la sobriedad y por el humorismo.
Al hablar de política decía: “mi partido es no tener partido”. Para perseguir a los editores clandestinos de sus obras: “he conferido poder a una tortuga floja, vieja y coja”. Hasta el nombre de su residencia, Huerta de la Cigarra, era símbolo y sugestión del campo florido, cielo azul, sol deslumbrante.

España está en deuda de gratitud con el Doctor Thebussem. Han transcurrido diez años desde el día en que rindió su alma al Creador el eximio polígrafo, que supo llevar dignamente el hábito santiaguista y murió besando la cruz. Han transcurrido diez años y la deuda sigue en pie. BLANCO Y NEGRO se honró muchas veces publicando ingeniosos trabajos del cartero honorario del Reino, que tuvo la atención de dedicar un saludo especial a esta revista en el primer aniversario de su aparición en la prensa. Ahora, al cumplirse un siglo del nacimiento del hidalgo que inventó al Doctor Thebussem, sigue sonando a gloria el nombre del que dejó un ejemplo con su noble existencia y un monumento con sus obras.
M. R. Blanco-Belmonte.

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