lunes, 1 de febrero de 2016

La obra del mes: san Nicolás de Tolentino



El primer fraile agustino en subir a los altares no podía faltar en el convento de las Agustinas Ermitañas de la localidad (Nicolás también era de la rama de los ermitaños), encontrándose esta escultura en el retablo mayor de la iglesia conventual de san Cristóbal y santa Rita.

Perteneciente a la escuela barroca sevillana, está realizada en madera en torno al primer tercio del siglo XVIII, con una altura de 1,60 metros.

Nicolás es representado joven y delgado, como asceta que fue. Vestido con el hábito negro y la correa típica de la orden agustina, llama la atención el estofado que luce su hábito, todo lleno de doradas estrellas. En el pecho aparece la estrella más grande, recordando la que se apareció al santo italiano haciéndole ver su santidad. Multitud de estrellas pequeñas decoran el resto del ropaje, haciendo referencia a la leyenda que afirma que nació una noche estrellada. También recuerda a las ánimas del purgatorio, de quien es intercesor y por quienes mostraba gran piedad y devoción.

Coronado con un nimbo estrellado, porta en una mano una gran cruz y en la otra un plato con un cáliz encima. Habitualmente, en lugar de un cáliz aparece unas perdices (o palomas) sobre el plato, aludiendo al milagro que realizó con estas aves: no comía carne en su ayuno, y una vez que estaba enfermo le insistieron en comer carne. Le acercaron unas aves cocinadas y él las bendijo y milagrosamente recuperaron la vida y alzaron el vuelo.

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