miércoles, 20 de marzo de 2019

¿Y ACISMA?

La Asociación para la conservación de la Iglesia de Santa María la Coronada (ACISMA) de Medina Sidonia se creó en 1998 por un grupo de vecinos concienciados de la dejadez y abandono que tenía el patrimonio de dicho templo, tanto el edificio en sí como los bienes muebles que alberga en su interior.



En la primera década de su existencia, además de adecentar y limpiar el templo y el claustro, adecuándolos para la visita turística compatible con el culto (no podemos olvidar que es una iglesia donde se celebra la eucaristía semanalmente), se preocupó por la restauración y conservación de varios bienes todo ello gracias a los fondos de cuotas de voluntarios, colaboración con organismos públicos y privados (hubo hasta una escuela taller que realizó los nuevos bancos) y con lo recaudado por la entrada de la visita turística, que iba íntegramente a la asociación, según convenio con el Obispado.

De este modo se pudieron mejorar los sistemas de seguridad (cámaras de grabación continua, alarmas...), se construyó la nueva puerta en la llamada del Duque (tapiada a raíz del incendio que la dañó) o se pudieron restaurar el Manifestador de plata, el lienzo de Santa María de Novela, el retablo de San José o dos de las esculturas de Martínez Montañés por citar algunos ejemplos.



Todo lo expuesto anteriormente nos lleva a reflexionar sobre la evolución de la conservación del templo en los últimos años. Ya no solo la propia estructura del bien inmueble, sino de los retablos y demás bienes que alberga. Pocas son las actuaciones realizadas en la última década, y las realizadas han sido por las hermandades.
¿Sigue en vigor el convenio firmado en su día con el Obispado para destinar el importe de las visitas (que por otro lado han incrementado) para ACISMA? ¿Sigue ésta en funcionamiento? Cierto es que hay que pagar suministros y demás, pero echamos de menos alguna muestra de conservación (ya no solo de restauración, que es más costosa) en Santa María, así como poder firmar convenios con otros organismos (el retablo de San José, por ejemplo, fue restaurado tras conveniar con La Caixa).



También nos lleva a pensar si nosotros, los asidonenses o los que nos visitan, podemos tomar conciencia de lo que tenemos como patrimonio y aportar para la asociación no solo una cuota económica, sino nuestro conocimiento  (restauradores, carpinteros, arquitectos, historiadores...) para poder legar a los asidonenses del futuro el patrimonio que heredamos, antes de que el deterioro sea irreversible.
Quizá sea la hora de relanzar esta asociación.

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