Una gran señal apareció en el cielo:
una mujer vestida de sol, la luna a sus pies,
y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
Pertenece esta escultura a la parte central del retablo, y escenifica a la titular del templo, consagrado a Santa María Coronada. Obra de Juan Bautista Vázquez, el Viejo, aparece María representando la escena descrita en el Apocalipsis. Con las manos orantes y tocada por una gran corona de metal, la Virgen viste manto y túnica decorada con roelos de color verde y rojo. De suave dulzura en el rostro, una larga cabellera cae en ondas sobre sus hombros.
Varios ángeles rodean a la Virgen. Dos de ellos sobre la media luna de plata del siglo XIX. Estos ángeles, tapados con un paño rojo, tratan de elevar a la Virgen hacia el cielo.
Otros dos se encargan de coronar a la Madre de Dios. Éstos son tapados por paños color azul, con dulce mirada y alas pequeñas.
Situados sobre el arco de medio punto de la hornacina central, dos ángeles trompeteros anuncian la gloria de María. Están cubiertos por una túnica larga ceñida a la cintura y portan una trompa retorcida.
Sobre el tímpano curvo de la hornacina aparecen otros dos ángeles musicales. Ataviados con un pequeño faldellín carmesí y con las alas desplegadas, hacen sonar unas vistosas trompetas.
Por último, dos putti se sitúan en la repisa superior. Cubiertos por un faldellín rojo y un amplio cinturón decorado con una línea ondulada, sujetan ambas figuras con sus manos una prenda en forma de estola que resbala por su espalda.
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