
Contaban que el Cabildo Catedral de Sevilla, acordó – a mediados del XVI – sustituir el grandioso retablo mayor, que se terminaba de construir, por otro distinto y que el Duque de Medina Sidonia se ofreció al pago de su ejecución.
Pasados unos meses, el Cabildo acordó la continuidad del que ya estaba prácticamente terminado, y el duque se quedó lo que se dice “plantado”, con el calvario ya ejecutado por Roque Bolduque, además de un sin fin de piezas que no acertaba a colocar. Pensó entonces en donar aquellas primicias de retablo a la iglesia sevillana de San Agustín, de la que era patrono, pero el Crucificado de Bolduque no encajaba más que en un hueco de grandes dimensiones. Harto de divagar, llegó un día a Medina para cobrar las rentas de los monopolios que disfrutaba, tales como la almona, la tablajería y la mancebía pública.
Tan pronto su excelencia se presentó al cobro de aquellas cuantiosas rentas, el pueblo llano y clero clamó porque dejase alguna cantidad para la obra del gran retablo de la Iglesia Mayor, accediendo entonces el Duque en dejar íntegra la renta de las mancebías públicas, además de regalar las imágenes que había encargado a Bolduque para el hipotético nuevo retablo mayor de la catedral hispalense. De ahí podría deducirse la razón desproporcionada de medidas del calvario que corona el retablo.
Escrito por Manuel Pérez Regordán en Diario de Cádiz
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