Una vez recogidas las cuatro Pascuas cristianas, el retablo avanza con pinturas de caballete sobre santos, siendo en el segundo cuerpo imágenes de discípulos. El primero de los lienzos que nos encontramos representa al evangelista san Juan.
Aparece el discípulo amado de pie y descalzo, centrado en el rectángulo que lo delimita, vestido con una túnica blanca y sobre ella un manto con un rojo vivo. De aspecto juvenil, mirando al espectador y con el pelo suelto, porta en una mano un libro y en la otra una pluma, con la que escribirá el Evangelio.
A los pies aparece el águila de Patmos, característico en su iconografía. La escena está situada en el exterior, observándose un paisaje de árboles y cielo grisáceo. La pintura, atribuida por unos al luxemburgués Pablo Legot, al igual que el resto del retablo, presenta un estado de conservación deficitario, debido a los conocidos problemas de humedad y filtraciones que tiene el templo.
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