No siendo tan severo con esta jocosa definición, es lo que nos viene a la mente cuando vemos el estado de buena parte del patrimonio religioso asidonense.
Algunos ejemplo:
- Hace unos meses alertábamos en la página de Facebook el estado en el que se encontraba la escultura de marfil renacentista que se conserva en la sacristía de Santa María (ver aquí). Ya no se encuentra allí, habiendo pasado al "trastero" y a saber cuándo lo veremos.
- ¿Por qué decimos "a saber cuándo lo veremos? Pues por la experiencia con estos retiros. El ejemplo más notorio es el del ático del retablo de Santiago, desmochado hace cuatro años (pulsa aquí) sin haberlo visto de nuevo colocado en su sitio.
- Al trastero también pasaron las tres esculturas de Martínez Montañés que posee Medina Sidonia (¿somos conscientes de tener tres imágenes suyas?), dos de ellas ya restauradas.
- Hablando de restauraciones, treinta mil euros costó restaurar el conjunto escultórico de la Última Cena ((ver aquí) de Roque Balduque, expuesto en el efímero Museo de Arte Sacro, sin poder verlo más.
Podríamos poner más ejemplos, pero con estos cuatros queremos ilustrar una preocupación (y una realidad). Porque... ¿ponemos en valor nuestro patrimonio? ¿Están debidamente conservadas estas obras retiradas? ¿Se hace algo por reparar-conservar-restaurar los elementos dañados para poder reponer a la vista (y al culto)? O nos estamos acostumbrando a tener un trastero cada vez mayor.
Y no todo el patrimonio sacro está en manos de la Iglesia. La pintura que aparece rodeada en la foto la conserva el consistorio, y también duerme en el trastero.
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